¿Plagio, imitación u originalidad?

05.11.2014 19:47

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¿PLAGIO, IMITACIÓN U ORIGINALIDAD?.

Por M. en C. Lic. Yordanka Masó Dominico.

En el mismo tenor de un artículo académico que escribí hace unos días como Doctorante en Gestión Educativa, el cual titulé: “Plagio: ¿Epidemia de la Sociedad del Conocimiento?”, cuya esencia fue abordar de manera crítica y reflexiva, el “flagelo del plagio”; hace unos días en la red apareció un artículo español el cual prácticamente asevera que la originalidad murió y que sólo nos queda o plagiar o imitar, es sólo cuestión personal elegir cuál de las dos opciones seguir.

Para el autor de dicho artículo ya todo está escrito en los clásicos griegos, y a partir de ellos ha sido imposible crear algo nuevo y original. Comenta que al decir de Eugenio D´Ors, todo lo que no es tradición es plagio, y como si fuera poco, lo anterior es ratificado por Baroja cuando adujo que todo lo que no es autobiografía es plagio.

Tales aseveraciones son señaladas por Manuel Francisco Reina en su libro “El plagio como una de las bellas artes”, en el que queda asentado que la línea que separa al plagio de la imitación, no está bien delimitada, lo cual provoca que estas situaciones se presten a confusión y por las que no pocos escritores y literatos han sido demandados, con o sin razón.

El autor del artículo español, hace alusión a varios ejemplos de plagio y/o imitación, que resultan muy interesantes. Por ejemplo señala que el imborrable y memorable proemio del célebre libro “Don Quijote de la Mancha”, dice: “En un lugar de la Mancha…”. Esta frase resulta ser un octosílabo copiado del romance popular “El amante apaleado”. Por su parte, la fórmula “de cuyo nombre no quiero acordarme…”, está contenida en un cuento del infante Juan Manuel sobre el conde Lucanor, que empieza así: “Señor conde —dixo Patronio—, en una tierra de que me non acuerdo el nombre, avía un rey…”. Como si fuera poco, señala que el sobrenombre de “Caballero de la triste figura”, el cual Cervantes atribuyó al Quijote es el título del libro III de Clarián de Landanís, escrito por Jerónimo López en 1588. Cervantes debe estar feliz de no enfrentar un juicio actual por plagio.

Pero ni piensen que esta situación termina aquí, también se acusa a Shakespeare de plagio, al cual se le atribuye una frase que lejos quitar la duda, lo acusa al decir de este autor. La frase es: “He rescatado las ideas interesantes de unas obras bastante mediocres y las he mejorado”.

El escritor español Leopoldo Alas “Clarín” dijo de él que había tomado 6043 versos de 1771 poetas que le precedieron. Clarín fue objeto de crítica acerba por parte de sus enemigos, que vieron en “La Regenta” grandes similitudes con “Madame Bovary”, dos obras que sólo coinciden en que se sirven del adulterio para destapar una sociedad que lucha por dejar atrás su vieja moralidad, además de la técnica impresionista con que ambas fueron escritas y que Flaubert utilizó por primera vez.

Latinoamérica no ha estado ausente de este flagelo literario, todo lo contrario. Recordemos que el Premio Nobel de Literatura, el colombiano Gabriel García Márquez, fue denunciado en múltiples ocasiones por considerar que violaba derechos de autor de terceros con su amplio repertorio literario. Por tan sólo citar dos ejemplo, tenemos la denuncia presentada por Luis Alejandro Velasco, marino que naufragó en un buque colombiano y narró su aventura al escritor, el cual la convirtió en una obra literaria bajo el título “Relato de un Náufrago”, basado en que gracias a su relato se había obtenido la obra. Sin embargo, el Tribunal que dictaminó el caso consideró que la obra literaria le correspondía por entero a García Márquez, de la misma manera que el mérito de la aventura corresponde al náufrago. Sin embargo, le señala el Tribunal a Don Luis Alejandro que, ni su condición de persona central de la aventura, ni la circunstancia de ser él quien confiara al periodista los detalles de los hechos respectivos, le hacen partícipe de la obra literaria hasta el punto de convertirlo en coautor.

El autor colombiano fue acusado también de plagio por su obra “Memoria de mis putas tristes”, basado en la novela “La casa de las bellas durmientes”, del primer japonés ganador del premio Nobel de Literatura en 1968, Yasunari Kawabata.

A la luz del derecho de autor,  en ninguna de las obras “supuestamente ilegítimas”, se puede demostrar la existencia de coautoría o plagio, respectivamente, debido a que en ambas prima el criterio esencial que separa al plagio de la creación nueva: la originalidad. Al respecto, el principio de originalidad de la obra se evidencia en la medida en que ésta sea el resultado de la actividad intelectual individual de una persona física, que exprese lo propio de su autor, que lleve la impronta de su personalidad. En ambos casos, además de que “Gabo” reconoce el origen de cada una de las obras, la pluma del colombiano, su contexto, su forma de escribir, impregnan su propio sello literario y ofrecen verdadera originalidad a sus escritos.

Sigue habiendo creación, independientemente de la similitud del argumento, sigue existiendo creatividad en la medida en que cada uno deje su propia huella sobre la obra tratada, amén de que previamente ésta haya sido abordada. Lo que si no es válido es reproducir sin la menor honestidad la obra de un tercero, y encima hacerla pasar como propia, borrando de un plumazo el esfuerzo y la creatividad, atribuida previamente a alguien. Seamos creativos, pero ¿por qué no recrear en diversos contextos, de la mano de tantas formas individuales de ver la vida, argumentos previamente abordados?. Si esto no fuera posible, nos quedaríamos sin argumentos tan básicos como: amor-odio, celos, venganza, la familia, los hijos, la guerra, entre otros más.

Cada uno de tales argumentos, siempre y cuando sea abordado de manera creativa y original, es válido y susceptible de ser protegido. No lo olvide: Proteger…. es ganar!!!

 

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